La casa de Asterión: un análisis desde la voz de la otredad
- lengualiteratura00
- 13 feb 2023
- 3 Min. de lectura

"Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras desconocidas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me había reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre, no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera […]"
Con estas palabras, el escritor Jorge Luis Borges le da voz, protagonismo e inicio a Asterión, un ser que en la mitología no tuvo la oportunidad de expresarse. Recordemos que este personaje tiene una historia bastante conocida por los lectores y da indicios de ello en su narración. Al decir respecto de su casa "[…] sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales" o también "No en vano fue una reina mi madre", nos da señales de que él es nada más y nada menos que el Minotauro, hijo de Pasifae, cuya existencia surgió debido al castigo que Poseidón le hizo pagar al rey de Creta, Minos. En mito titulado Teseo y Ariadna, relata la historia de un héroe que, con ayuda de una princesa, logra ingresar al laberinto y matar a ese ser monstruoso, cuerpo de hombre y cabeza de toro. Si prestamos atención a dicho mito, observaremos que el Minotauro no tiene protagonismo más que cuando nos enteramos que se alimentaba de jóvenes atenienses y que, más tarde, murió en manos de Teseo.
Es por esto que la obra literaria del escritor argentino, Jorge Luis Borges, resulta muy enriquecedora, ya que, para comenzar, podemos decir que la misma es un hipertexto, es decir, un texto que, para realizarse, se basó en otra historia similar, conocida como hipotexto. En La casa de Asterión observamos a un personaje que se siente solo. Cuesta imaginar a un Minotauro que se alimenta de carne humana y que tenga sentimientos relacionados con la soledad, pero es así como lo presenta Borges en su cuento. Un ser que se siente feliz y va al encuentro de esas personas que entran al laberinto cada nueve años (en palabras de Asterión) para liberarlas de "todo mal", un sujeto que imagina en sus ratos de soledad que juega con ese otro Asterión, un ser que espera ansioso a su redentor. A un redentor que lo libere de ese espacio en el que está encerrado, donde se siente un prisionero. Porque sí, Asterión deseaba su libertad, imploraba que su redentor, sin saber quién es, lo lleve "a un lugar con menos galerías y menos puertas"; porque desde que Asterión se enteró de la existencia de ese sujeto dejó de dolerle la soledad.
Este cuento relata una historia que invita al análisis, al debate, a la reflexión; acerca de escuchar otras voces que en su momento fueron silenciadas en la literatura y, por qué no, en la vida misma. ¿Cuántos Asteriones existieron y existen, deseosos de expresar su voz al mundo? Y Asterión lo logró, bajo la pluma de un gran escritor argentino.
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